PENSAMIENTO DE SIMÓN RODRÍGUEZ: LA EDUCACIÓN COMO PROYECTO DE INCLUSIÓN SOCIAL.
Simón
Rodríguez representa el
pensamiento Ilustrado latinoamericano. La
coherencia interna de sus
planteamientos como maestro colonial y como maestro republicano
lo ubica dentro de los grandes pedagogos
del siglo XIX.
Consideró la educación social como el mecanismo a través del cual las Repúblicas
podrían llegar a consolidarse y a la sociabilidad como el fin social de la escuela, en la medida en que el primer deber
de un republicano era saber sus obligaciones
sociales. Planteó la primera escuela como el fundamento del saber y el
medio a través del cual los
pueblos lograrían la civilización. Propuso la inclusión
social a través de la ‘escuela para todos’, la formación
para el trabajo y la adquisición de
nuevos hábitos que posibilitaran las
relaciones sociales propias de un sistema republicano
En su primera experiencia como
maestro de primeras letras, se enfrentó
a la
realidad social
y política de las escuelas, situación que lo llevó a presentar el Proyecto de
Reforma de escuelas de Primeras Letras en 1794, bajo el tratado “Reflexiones sobre
los defectos que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios de lograr
su reforma por un nuevo establecimiento” (Rodríguez,1988); inicialmente, el proyecto fue aprobado y puesto en marcha el 5 de junio de 1795, pero
pocos meses después, el Cabildo dio informe negativo del proyecto y con ello
Rodríguez renunció a la escuela, dejando
plasmado su pensamiento crítico sobre el estado de la educación y nuevas ideas
para reformarla..
El pensamiento pedagógico de Simón
Rodríguez durante el período republicano, etapa en la que “su preocupación se centra
en la ‘fundación’ de repúblicas - que están
establecidas pero no fundadas - usando como instrumento la escuela, con
objetivos muy precisos, sin desconocer los aspectos técnicos de organización y
aprendizaje” (Lasheras, 1994, p. 13).
El compromiso de Simón Rodríguez a lo largo de su vida, fue demostrar la
necesidad y la posibilidad que a través de
una escuela generalizada o popular, se podría sentar los cimientos de una nueva
sociedad.
La nueva educación
Para Simón
Rodríguez, la República como “cosa pública”, era el resultado de múltiples
combinaciones donde la educación del hombre estaba en el centro de la discusión
dada la necesidad de construir nuevas relaciones sociales que exigía el orden político
republicano (Rodríguez, 1975a, p.405).
En sus palabras
expresó: “Sociedad republicana es la que se compone de hombres
íntimamente unidos, por un común sentir de lo
que conviene a todos viendo cada uno en lo que hace por conveniencia propia, una
parte de la conveniencia general”
(Rodríguez, 1975a, p. 381-382).
Este andamiaje
de la educación en la sociedad republicana se fundó en la “pri-
mera escuela”,
ella sería el punto de partida a través del cual se tejerían los hilos que requería
la sociedad republicana:
Los gobiernos
deben ver en la primera
escuela el fundamento del saber y la palanca del
primer género con que han de levantar los pueblos al grado de civilización que pide el siglo. El interés general está clamando por una
reforma de la instrucción pública; la
América está llamada por las circunstancias a emprenderla: La América no debe
imitar servilmente, sino ser original. Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen,
y tendrán quien haga. La guerra de independencia no ha tocado a su fin
(Rodríguez. 1975, p. 2).
Rodríguez se
interesó por lograr que el pueblo tuviese las herramientas para gobernarse a sí
mismo a través de la educación. Cuando nombraba al pueblo, se refería a los muchachos pobres, a los declarados ilegítimos, a los expósitos, a
las niñas, a los vagos y a los excluidos en
general (Rodríguez, 1975a, p. 313).
Propósitos de la educación
La intención pedagógica de su método
quedó señalada en Chuquisaca, en el escrito “El
libertador del Mediodía de América” (1830). Planteó que la intención no era llenar
el país de artesanos rivales o miserables, sino instruir y acostumbrar al
trabajo, para hacer hombres útiles, asignarles tierra y auxiliarlos en su establecimiento; en
otras palabras, se trataba de colonizar al país con sus propios
habitantes ( Rumazo González, 1975, p. 64).
De esta manera,
hacía visible a la población que hasta ahora había sido excluida de las
políticas de gobierno y revalorizaba los mal llamados oficios bajos, invitando
a la mayoría de los marginados a aprender bien su labor. La primera casa de
industria pública en Bogotá en 1823
Para Simón Rodríguez era impensable una sociedad que no contemplara la inclusión social y con ella la
educación para todos, de esta manera confirió el mismo nivel de importancia a la
educación intelectual como a la educación técnica, asumiendo que la nueva
sociedad requería de ciudadanos instruidos en los oficios y en las artes como instrumento de revaloración
del ciudadano y del lugar que este podría llegar a ocupar en lo social a través
de la formación para el trabajo (García Sánchez, 2007, p. 157).
La instrucción
general que proponía Rodríguez
era aquella que ofreciera al
hombre el conocimiento de las
obligaciones que adquiría por el hecho de vivir en sociedad. Privar a los hombres de la instrucción general lo consideraba
un acto de inhumanidad en la medida en que la ausencia de tales conocimientos,
los ponía en la condición de precariedad y vida miserable. Asumía que “la
instrucción era para el espíritu, lo que
para el cuerpo, el pan” (Rodríguez, 1975a, p.325).
La instrucción,
concebida así, era el medio para transformar las costumbres, los hábitos del
trabajo y reconocer el valor de lo útil y de la vida en sociedad.
“En sociedad
cada individuo debe considerarse como un sentimiento y han de combinarse
los sentimientos para hacer una conciencia social” (Rodríguez, 1975d, P.284). Esta nueva realidad debía ser acatada por los
directores
de la República si querían construir
una nueva sociedad de la que todos hicieran parte
en igualdad de condiciones.
La
educación social
En el pensamiento de Rodríguez, no
era posible construir una “verdadera sociedad sin
educación social, ni autoridad razonable, sin costumbres liberales” (Rodríguez,
1975d, p. 230). Cuando se refería a la ‘educación social’, la asumía como la
posibilidad de formar en los individuos la conciencia del bien común; en
sus palabras así lo expresaba: “la mayor
fatalidad del hombre, en el estado social, es no tener con sus semejantes, un
común sentir de lo que conviene a todos.
La educación social remediará este mal”
(Rodríguez, 1975d, p. 365).
Para que la
educación social fuera un hecho, debía ser agenciada por el Gobierno, ya que
este es quien forma la moral de los pueblos, los encamina a la grandeza, a la prosperidad y al poder. ¿Por qué?, porque teniendo a su cargo los
elementos de la sociedad, establece la
educación pública y la dirige.
Desarrolló
plenamente las ideas sobre la educación social, en la obra “Consejos de Amigo
dados al Colegio de Latacunga” (Rodríguez, 1955) el cual fue su último texto,
escrito en 1851, a la edad de 81 años, en la madurez de su pensamiento y en medio de condiciones económicas precarias; el texto no fue conocido en
la época y solo un siglo después se editó
en Quito, Ecuador en 1954.
En este tratado
pedagógico enunció básicamente dos consejos. El primero, asegurar los fondos y
financiamiento del colegio, realizar
reformas al currículo para que se
dictara el castellano y Quichua en lugar del latín;
física, química, historia natural, en lugar de teología,
derecho y medicina. Además, propuso establecer dos fábricas de loza y vidrio y
crear una albañilería, carpintería y herrería. Insistió en las ventajas del
estudio de la naturaleza, en primera instancia, para poderse explicar los fenómenos y circunstancias naturales y en
segunda, para producir riquezas durables y ser útiles a la sociedad. Con esta
propuesta Simón Rodríguez deseaba convertir al “Colegio de Latacunga” en una escuela
de artes y oficios y, a través de ella, generar todo un movimiento económico que desarrollara la región.
El segundo consejo estaba
encaminado a influir en el Congreso
de Ecuador para que se expidiera una ley en favor del sostén y
propagación de la escuela social, imponiendo una contribución personal para la construcción de edificios,
rentas de maestros, gratificaciones de
curas, gastos de enseñanza y todo lo relacionado con el sostenimiento y
propagación de La Primera Escuela o la escuela social.
Respecto a la nueva organización de la Escuela Social, propuso un reglamento escolar
que dividió en tres partes: ramos de enseñanza, método y modo de enseñar y conducta del maestro con los discípulos
Dicho reglamento de enseñanza,
debería ser difundido y conocido por
todos los que solicitaran admisión a la
escuela con miras a su cumplimiento general; quien no estuviera en condiciones
de sujetarse a él, debería renunciar a la solicitud de ad-misión.
Adicionalmente, funcionaría una junta
inspectora de la instrucción primaria con el objeto de “dar al maestro, un
juez, ante el cual pueda acreditar su celo y para infundir a los niños, el
respeto debido a la escuela, viendo que personas respetables se interesan en protegerla” (Rodríguez, 1955. p.
147-149). Esta junta sesionaría una vez al mes para tratar todo lo relacionado
a la educación y estaría sujeta a tres inspecciones: “A la de los padres
en sus casas, a la de los maestros en sus escuelas y a la de la policía en las calles” (Rodríguez, 1955, p. 45).
Con respecto a los costos de la educación
pública, propuso que fueran los padres de familia quienes contribuyeran
con el financiamiento de la educación, este dinero que se solicitaría a los
padres de familia, serviría para comprar los útiles
de los estudiantes los cuales podría utilizar durante todo el tiempo de estudio,
con la condición de entregarlos en su totalidad una vez terminada la jornada.
El hombre integral debería ante todo ser útil a la
sociedad y para ello, ideó la propuesta de la Escuela-Taller que fue una idea
construida por Rodríguez para América, junto con la Escuela Social, la Escuela
Popular y la Escuela Republicana. La
Escuela-Taller sería el mecanismo apto para revelarle a los ciudadanos un
nuevo concepto del trabajo y de los oficios, de tal manera que se pudieran
transformar las viejas concepciones culturales arraigadas desde la colonia
sobre el mundo del trabajo. Rodríguez no desconoció que para la transformación de nuestras sociedades era necesario
comprender la manera, el método y el modo del ser americano
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